17-01-2020
El oficio de la venta de hielo desapareció en el momento en el que la luz eléctrica y, sobre todo, los frigoríficos, se introdujeron en los hogares ilicitanos entorno a la década de los años sesenta del siglo XX. Esta tarea la llevaba a cabo una persona que, de manera ambulante, recorría en carro las calles de la ciudad de Elche abasteciendo de hielo a negocios y hogares.
Estas barras de hielo eran extraídas de los pozos de nieve, asentados en zonas de montaña del norte de Alicante: la sierra del Maigmó, la Carrasqueta, etc. Para obtener los bloques de hielo, se introducía la nieve en su interior y se compactaba pisándola. Cuando la capa alcanzaba el grosor adecuado para su manejo, aproximadamente un metro de espesor, se intercalaba paja para separar las capas de nieve y así facilitar la extracción de los futuros bloques de hielo. Estos pozos se mantenían cerrados hasta la llegada del verano, cuando la demanda era mayor y el hielo era indispensable para la conservación de alimentos, refrigerios y helados.
El vendedor ambulante adquiría en el mismo pozo, por una suma de dinero y una rápida transacción, las barras de hielo. Las cargaba en su carro, resguardadas bajo una cubierta textil, y marchaba hacia la ciudad. La extracción y el traslado se debían de llevar a cabo durante la noche para evitar que el hielo se derritiese. El carro llegaba a la ciudad prácticamente de día, donde los/as ilicitanos/as salían a la llamada del vendedor. Éste serraba la cantidad de hielo a demanda del cliente/a, que ahora disponía de hielo para enfriar aproximadamente durante un par de días la nevera de su casa.
La tipología del carro de la venta de hielo, y de muchos otros carros de trabajo, puede verse reproducida en la exposición temporal Memorias del transporte: Maquetas de Diego Agulló “El Peix” que el Proyecto Pusol expone hasta el 2 de febrero de 2020.
Autor: Borja Guilló, técnico del Museo Escolar.